Dos años después vuelvo a Perú. Con el cuerpo ligero, la mente más libre y el corazón calentito.
Dos años después. Sola y a un abismo de los 30, comienza mi viaje iniciático. Y Chirimiri también forma parte de él, y todos los que queráis quedaros. Una pequeña serie de entregas, sin orden ni concierto, de pensamientos y entramados, y de vivencias y sentimientos -posiblemente intensos, en el sentido más fiel de la palabra- desde el otro lado del charco. Y si nos despierta algo, nos emociona o apasiona, es posible que esta pequeña cartita venga para quedarse.
No esperes nada, simplemente déjate llevar.
Una amalgama express y bien concentrada de pensamientos, fotografías, historias, versos, experiencias y emociones.
🌎♥️
Algo que aprendí en una despedida a lágrima viva de mi vuelta de Perú es que, en quechua, no existe la palabra adiós. Lo más parecido en este dialecto -que no tiene traducción castellana para esta voz- es tupananchiskama, que significa hasta que la vida nos vuelva a encontrar. Una palabra que indica que, desde el mismo momento de la partida, ya se espera el próximo reencuentro.
Y es que esa palabra fulminante y maldita, la del adiós, marca un tedioso fin. Un punto y aparte. Es un paso de página para dos partes. Sin querer o queriendo. Porque… ¿quién no se ha visto nunca obligado a decir adiós con la mano y no con el corazón?-.
Adiós es un sustantivo que frena la continuación. Una diminuta palabra que puede destrozar una vida.
Pero no, los quechuas no encontraron (o no quisieron encontrar) la forma de poner un fin a sus historias/relaciones/amistades. Porque tupananchiskama es la promesa de un nuevo retorno, de una continuación sin un final.
Yo quiero más tupananchiskama y menos adioses.
La cuenta atrás ha comenzado. Two months to go.
“Antes de irse me enseñó a ser y a hacer feliz a los demás, a vivir con pasión y a aprovechar cada momento rodeado de las personas a las que quieres. Cuando se fue, me dio una última lección: todo eso hay que hacerlo hoy por si la vida tiene otros planes para mañana”.
No recuerdo quién lo escribió, solo el porqué guardé esta frase de aquella columna de 20 Minutos un día lluvioso de otoño.
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